lunes, 16 de agosto de 2021

Obras de Rosati para dos guitarras (tercera parte) - Dos Diablitos


Actualizaciones: 6 abril 2022

En los dos artículos anteriores se presentaron la integral de la serie de 40 dúos originales para guitarra del maestro Rosati. Colección de excelente musicalidad y utilidad pedagógica, tanto para introducir a los alumnos ordenadamente en la disciplina de tocar a dúo como repertorio para interpretar en recitales.

También se comentó una curiosidad respecto a la obra de Rosati para dos guitarras. La mayoría de esos dúos (incluso tríos) son lo que llamaríamos segundas guitarras. Repito mi referencia al respecto:

…partimos de una obra que ya está completa desde el principio para una guitarra, posteriormente se le escribe una segunda guitarra. Esta puede aportar más o menos nuevos elementos a la obra pero no deja de ser un complemento prescindible de la primera.

Hay que pensar que esas segundas guitarras se escribieron en un contexto pedagógico, para que los alumnos pudieran disfrutar tocando juntos obras y estudios que ya tenían en su programa de enseñanza.

Rosati, hasta donde he podido descubrir, sólo escribió dos obras expresamente para dúo: sus «40 Dúos para guitarra» y la obra que trataremos ahora «Dos Diablitos».

Dos Diablitos 

Nos encontramos ante una composición muy especial, original y de gran encanto. El título completo es el siguiente:

DOS DIABLITOS 
Scherzo fantástico 
para dos guitarras 
(Con un cuento para ser leído antes de la ejecución) 


La obra fue dedicada a los jóvenes estudiantes (en aquella época) Rodolfo José Colombo y Jorge Biscardi, talentosos alumnos del eminente guitarrista Emilio Colombo (1920-2017). Rodolfo, como es fácil de suponer, era hijo de Emilio. 

La partitura fue publicada por el «Circulo Guitarrístico Argentino» con el añadido de una interesante presentación a cargo del maestro Eduardo F. Muscari (que incluyo en el artículo). Rosati firmó esta edición en Buenos Aires, en diciembre de 1972, aunque, como veremos, hay una edición anterior. 

La obra comienza con un cuento introductorio, en él se nos narra las aventuras de dos personajes fantásticos llamados Mandinguita y Satanito. El texto nos sitúa en un mundo fabuloso lleno de divertidos sucesos que seguidamente serán recreados por las guitarras. La recreación es tan acertada que parece que viéramos las peripecias de estos diablitos a través de la música. Hay que remarcar que cada guitarrista representa a uno de estos personajes, por lo que quedan muy bien definidos los protagonistas. 

Tengo constancia de que a parte de las ejecuciones de Rodolfo y Jorge hay otros dúos de guitarristas que tenían esta obra en su repertorio. Destacaría al dúo formado por Alberto Chahin y nuestro añorado guitarrista, y gran amigo de Rosati, José Smiroldo. Además, recientemente me comentó la hija del intérprete Omar de Tomás, Violeta Mara de Tomás (también alumna de Emilio Colombo), que ella y su hermana Lela (Graciela) habían interpretado esta obra, incluso aún conserva un ejemplar que Rosati les dedicó de una forma muy especial. Ese ejemplar, que es anterior al publicado por el Círculo Guitarrístico, tiene unas transformaciones del texto de portada muy divertidas. Costumbre habitual en Rosati cuando se encontraba en un ambiente de camaradería, ejemplos serían las dedicatorias a Sixto Almirón o Pablo Anapios:


para las diablitas Lela y Mara

“DOS DIABLITOS”
Scherzo Infernale
Para dúo de dos guitarras simultáneas y a la vez
Por
MALEPHIKUS D’ELDHI HAVLUMS

Averno, julio de 1972


Hay que destacar que la familia de Tomás tenía mucha amistad con Rosati, era un clan que vivía intensamente el mundo de la guitarra. El maestro les llegó a dedicar alguno de sus estudios e incluso varios cuartetos para guitarra. En un futuro artículo se hablará de estas obras.

Partituras

Interpretaciones de la obra

Dúo MalloDAgostino, formado por el matrimonio Liliana Mallo y Sergio DAgostino


Presentación de la obra por el maestro Eduardo F. Muscari para la edición del «Circulo Guitarrístico Argentino»







LAS AVENTURAS DE DOS DIABLITOS


Mandinguita y Satanito son íntimos amigos; pese a ser diablitos son buenos y juguetones y como todos los niños, hacen diabluras a más y mejor.

Salen una noche por sus agujeritos que tienen en la tierra, levantan las tapitas y se disponen a iniciar sus correrías.

Mandinguita siempre tiene miedo, pero le gusta ir delante; claro, confiado en que el amigo viene detrás. Mientras recorren el lugar, le habla a Satanito para estar seguro de que éste lo sigue; y cuando oye su respuesta, se tranquiliza y reanudan la aventura.

Alegres y despreocupados, corren, se esconden, se persiguen, pero por sobre todo, danzan. Les gusta la danza; todas sus jugarretas las hacen a ritmo de danza, que aunque grotescas, son danzas al fin.

De pronto ven una casa misteriosa, de esas con persianas que cuelgan de una sola bisagra, con murciélagos y todo. Piensan un rato y... adentro! Para dos diablitos una casa de misterios es una deliciosa tentación. Recorren entre gozosos y temerosos todos los rincones. Así andando, descubren una escalera que conduce a un sótano oscuro. Nada los detiene. ¡A bajar se ha dicho! Mandinguita siempre delante.

Como digna escalera de una casa misteriosa, rechina y cruje como el diablo. Mandinguita baja confiado porque el “taan clín, taan clín” de sus pasitos es contestado por el “toon clón, toon clón” de Satanito. Así fue por varios peldaños pero... ¡oh duda! ¡Oh presagio! ¡Oh varias cosas más! ; en uno de sus saltitos, no oyó los saltitos del amigo. Se detuvo angustiado; bajó con precaución otro peldaño más y... nada; “Diablos, no me sigue” –exclamó en voz baja Mandinguita; bajó otro más y desfalleciente preguntó           –¿dónde estás...?; tampoco hubo respuesta; por último, temblando y sin aliento insistió  –“ ¿en..doon.. des..táas? ”. En eso, un leve pero escalofriante “ ¡clunch……clonch…! ”, le hizo erizar el pelo y las orejas; su colita se paró como una lanza. Sólo pudo emitir un quejido finiíto finito y quedó duro como una estatua.

Contentísimo de su éxito, Satanito, que se había escondido, en un hueco donde halló una olla de cobre, (de esas que no deben faltar en una buena casa de misterios) y a la que golpeó con un palo provocando la primera parálisis de Mandinguita, repitió el golpe; pero esta vez con todas sus fuerzas logrando así un estruendoso “ ¡ ¡Clúunch chun clóonch! ! ’’ que derrumbó el sistema nervioso de Mandinguita quien exhalando un lastimero “ ¡ui ui uiuiuiuiui…! ” salió proyectado como cohete espacial hada el exterior de la casa.

Lo siguió Satanito, pero no a la velocidad del despavorido amigo, debido a que tenia que contener con sus manos la barriguita llena de risa. Pero con todo, llegó a tiempo para unirse a Mandinguita en una danza diabólica que se prolongó hasta que advirtieron algo extraño en el paisaje nocturnal; era como un resplandor que iba envolviéndolo todo lentamente. Esta vez no solo Mandinguita sintió temor; también Satanito. De común acuerdo se escondieron en un matorral cercano para poder descubrir ese misterio.

No podían creer lo que estaban viendo. Una nubecita rosada se desprendió del cielo y vino acercándose cambiando de formas, hasta convertirse en un hada; vestida con tenues mantos flotantes, flotante también la cabellera y con su varita mágica coronada por una estrella. Comenzó entonces una suave y graciosa danza; ( ¡tan opuesta a las infernales contorsiones que rato antes realizaran nuestros héroes! ) y mientras danzaba, tomaba los colores de la aurora y con ellos iba cubriendo todas las cosas de la comarca.

El resplandor aumentaba. Incansable, el Hada de la Aurora repitió la luminosa tarea, hasta que un poquito de sol asomó en el horizonte. En ese mismo momento llegó al escondite de los diablitos, el tañido de una campana lejana. El hada, finalizada su tarea, subió en uno de los rayos del sol que la llevó nuevamente al cielo.

Ya era demasiado. No podían soportar más la luz y menos la campana. Decididos a volver a la tranquilidad de sus infiernitos, iniciaron una precipitada carrera hasta los agujeros; pero antes de entrar como eran curiosos incurables permanecieron dos compases… perdón… digo un ratito más, mirando tanta maravilla hasta que por fin se zambulleron ruidosamente cerrando una tras otra las tapitas ¡clic…cloc! 


Y ahora, la música tiene la palabra.

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