Actualizaciones: 6 abril 2022
Dos Diablitos
Partituras
- Partitura completa: Dos Diablitos (con el cuento incluido)
- Particella 1: Dos Diablitos (Mandinguita)
- Particella 2: Dos Diablitos (Satanito)
Interpretaciones de la obra
Dúo MalloDAgostino, formado por el matrimonio Liliana Mallo y Sergio DAgostino
Presentación de la obra por el maestro Eduardo F. Muscari para la edición del «Circulo Guitarrístico Argentino»
LAS AVENTURAS DE DOS DIABLITOS
Mandinguita y Satanito son íntimos amigos; pese a ser diablitos son buenos y juguetones y como todos los niños, hacen diabluras a más y mejor.
Salen una noche por sus agujeritos que tienen en la tierra, levantan las tapitas y se disponen a iniciar sus correrías.
Mandinguita siempre tiene miedo, pero le gusta ir delante; claro, confiado en que el amigo viene detrás. Mientras recorren el lugar, le habla a Satanito para estar seguro de que éste lo sigue; y cuando oye su respuesta, se tranquiliza y reanudan la aventura.
Alegres y despreocupados, corren, se esconden, se persiguen, pero por sobre todo, danzan. Les gusta la danza; todas sus jugarretas las hacen a ritmo de danza, que aunque grotescas, son danzas al fin.
De pronto ven una casa misteriosa, de esas con persianas que cuelgan de una sola bisagra, con murciélagos y todo. Piensan un rato y... adentro! Para dos diablitos una casa de misterios es una deliciosa tentación. Recorren entre gozosos y temerosos todos los rincones. Así andando, descubren una escalera que conduce a un sótano oscuro. Nada los detiene. ¡A bajar se ha dicho! Mandinguita siempre delante.
Como digna escalera de una casa misteriosa, rechina y cruje como el diablo. Mandinguita baja confiado porque el “taan clín, taan clín” de sus pasitos es contestado por el “toon clón, toon clón” de Satanito. Así fue por varios peldaños pero... ¡oh duda! ¡Oh presagio! ¡Oh varias cosas más! ; en uno de sus saltitos, no oyó los saltitos del amigo. Se detuvo angustiado; bajó con precaución otro peldaño más y... nada; –“Diablos, no me sigue” –exclamó en voz baja Mandinguita; bajó otro más y desfalleciente preguntó –¿dónde estás...?; tampoco hubo respuesta; por último, temblando y sin aliento insistió –“ ¿en..doon.. des..táas? ”. En eso, un leve pero escalofriante “ ¡clunch……clonch…! ”, le hizo erizar el pelo y las orejas; su colita se paró como una lanza. Sólo pudo emitir un quejido finiíto finito y quedó duro como una estatua.
Contentísimo de su éxito, Satanito, que se había escondido, en un hueco donde halló una olla de cobre, (de esas que no deben faltar en una buena casa de misterios) y a la que golpeó con un palo provocando la primera parálisis de Mandinguita, repitió el golpe; pero esta vez con todas sus fuerzas logrando así un estruendoso “ – ¡ ¡Clúunch chun clóonch! ! ’’ que derrumbó el sistema nervioso de Mandinguita quien exhalando un lastimero “ ¡ui ui uiuiuiuiui…! ” salió proyectado como cohete espacial hada el exterior de la casa.
Lo siguió Satanito, pero no a la velocidad del despavorido amigo, debido a que tenia que contener con sus manos la barriguita llena de risa. Pero con todo, llegó a tiempo para unirse a Mandinguita en una danza diabólica que se prolongó hasta que advirtieron algo extraño en el paisaje nocturnal; era como un resplandor que iba envolviéndolo todo lentamente. Esta vez no solo Mandinguita sintió temor; también Satanito. De común acuerdo se escondieron en un matorral cercano para poder descubrir ese misterio.
No podían creer lo que estaban viendo. Una nubecita rosada se desprendió del cielo y vino acercándose cambiando de formas, hasta convertirse en un hada; vestida con tenues mantos flotantes, flotante también la cabellera y con su varita mágica coronada por una estrella. Comenzó entonces una suave y graciosa danza; ( ¡tan opuesta a las infernales contorsiones que rato antes realizaran nuestros héroes! ) y mientras danzaba, tomaba los colores de la aurora y con ellos iba cubriendo todas las cosas de la comarca.
El resplandor aumentaba. Incansable, el Hada de la Aurora repitió la luminosa tarea, hasta que un poquito de sol asomó en el horizonte. En ese mismo momento llegó al escondite de los diablitos, el tañido de una campana lejana. El hada, finalizada su tarea, subió en uno de los rayos del sol que la llevó nuevamente al cielo.
Ya era demasiado. No podían soportar más la luz y menos la campana. Decididos a volver a la tranquilidad de sus infiernitos, iniciaron una precipitada carrera hasta los agujeros; pero antes de entrar como eran curiosos incurables permanecieron dos compases… perdón… digo un ratito más, mirando tanta maravilla hasta que por fin se zambulleron ruidosamente cerrando una tras otra las tapitas ¡clic…cloc!
Y ahora, la música tiene la palabra.
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